BLANCO

lunes, agosto 13, 2018


Todos estaban durmiendo, pero yo podía sentir su presencia. No éramos mi esposo mi hijo y yo. Éramos mi hermano mis padres y yo. No podía pegar un ojo, sentía el continuo tironeo de las sábanas. No sabía si quería hacerme daño, no sabía si era un sueño. Tenía la esperanza de que si era un fantasma mi gata lo espantaría.
Desperté a mamá, le conté lo que pasaba, ya no estábamos en una cama, estábamos a la intemperie, a oscuras, ni una sola luz, ni quisiera estrellas. Aparentemente era la costa porque le dije que iba a irme al mar. Ella no me dejó, me dijo que estaba demasiado oscuro y podía pasarme algo, aparte estábamos muy lejos de las playas. Ya de nuevo en una casa que desconocía y de vuelta en la cama con mi familia. Decidí despertar a mi hermano, que estaba en la otra punta, pero no me escuchaba. Por lo que decidí gritar. Lo hice. No hubo sonido alguno. Y tomé mi garganta como si algo se me hubiera atragantado.
Mi hermano finalmente despertó con mis golpes y le expliqué lo que pasaba, nos levantamos y vimos en el suelo pequeñas huellas blancas por toda la casa. Huellas como pequeña pinceladas. Que en un momento comenzaron a seguirnos. Aterrados, corrimos hacia la terraza y saltamos hacia la vecina que estaba llena de artilugios y centenares de pequeñas partes que formaron artefactos alguna vez. Entre todo eso encontré lo que fue la antena de un televisor, la estiré y afilé su punta. Cuando las huellas se nos acercaron lo suficiente, apuñalé a la cosa que no seguía hasta ver sangre. Lo hice. La había alejado.
Al bajarnos, salimos a la calle, todo seguía oscuro, sólo los autos que pasaban iluminaban algo. Logramos cruzar palabras con un vecino de enfrente y también nos habló de la criatura. Estaba deformado. Como con elefantismo, los vecinos que salieron luego también lo estaban.

FIN DE ESTA PARTE DEL SUEÑO.

Estoy harta de soñar cosas que pueden ser escribibles y no recordarla al despertar por lo que me levanté con todo el sueño del mundo a escribir lo que pudiera. Me senté. Prendí la máquina y abrí el Word. Cuando empecé a escribir le pifié a un acento y me apareció como un emoticón de un huevo. La pantalla se cerró y una mujer con un bebé en un camastro aparecieron en el medio de mi monitor mirándome fijamente ambas. La mujer tenía el pelo largo y lacio, castaño claro y los Labios rojos. Me sonreí como si estuviera por invitarme a hacer algo malo, pero sólo eran felicitaciones, era el huevo, ERA BLANCO.

FIN DE ESTA PARTE DEL SUEÑO.

La habitación era absolutamente blanca y estaba llena de fenómenos, la mujer ciega de ojos negros que sólo veía si se le acercaba una vela, la niña con los dos brazos unidos por las manos, la niña de manos amembranadas, etc. Yo era un chico con un talento oculto que logró escudriñarse en la habitación pese a que mi padre no me dejaba entrar. Mi padre llevaba adelante el caso de los fenómenos y em encontró dentro de la habitación justo cuando la niña de manos amembranadas me ponía adelante el reto de tocar ciertas canciones como bandas sonoras con sólo cuatro cuerdas.
¨ Todos somos seres musicales ¨- dijo. Mi padre recorrió la habitación mientras tanto y encontró a pesar de su blancura casi imperceptible dentro de la habitación una pastilla de clonazepam y supo entonces que la criatura que mi hermano y yo espantamos en el sueño anterior volvería por más…

FIN DEL SUEÑO.


©CATALINA PÉCORA
2018

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