OLVIDADOS

miércoles, febrero 22, 2023

Solía traer más alegrías que tristezas cada vez que sonaba. Las personas corrían a tomarme entre sus manos cuando mi sonido irrumpía en el ambiente. A veces sonaba en el medio de la noche y asustaba a todos, o aquel que se encontrara suspendido y sumergido en sus pensamientos. Algunas personas, sobre todo, los jóvenes escondiéndose de sus padres, me llevaban a los lugares más insólitos para usarme, como placares, bajo la mesa, detrás de puertas, etc. Entretenía a más de uno cuando mi cable enrulado se enredaba y tenían que meter sus dedos entre los espacios que quedaban para ponerlo en orden nuevamente. Mi marcador a disco hacía que más de uno renegara de usarme, pero tiempo después, empecé a ser fabricado con botones para evitar el uso engorroso. El problema fue cuando, me hicieron inalámbrico. Mi entretenido cable enrulado ya no existiría. Y entonces la gente podía pasear por toda la casa llevándome de un lado a otro. Quién diría que ese sería el comienzo del fin de mi existencia útil, cuando tiempo después, fabricaron unos como yo pero para ya poder ser usados en la calle ¿Se lo imaginan? Una locura. Pero pasó. Y yo entré en los llamados olvidados.


Los más tradicionales solían comprarme todos los domingos. Yo venía con una revista de actualidad que hasta tenía un horóscopo y muchos tenían como costumbre leerlo para saber qué les depararía la semana, en cuestiones de suerte y azar. Pero muchos me compraban o me recibían en sus casas, todos los días, era, fui, por un buen tiempo, la fuente más fidedigna de obtener las noticias sobre todo lo que pasaba en el país o en el mundo entero.
En general, estaba dividido en sesiones como política, deportes, policiales, etc. Ciertos días, traía fascículos coleccionables de enciclopedias, o historias, de diversos autores y escritores. Incluso, había un día a la semana cuando me agregaban una sesión sobre música y vida nocturna, más dirigida al público joven, que consultaban en mí, qué lugares visitar en sus salidas.
Hasta que hace unos cuantos años, algo llamado Internet, empezó a ofrecer mis servicios de manera ¨online¨ en todo momento, 24/7, los 365 días del año para que cualquiera se enterara de todo desde cualquier lugar en  cualquier momento, por lo que tiempo después fui entrando en los llamados, olvidados.


En algún momento de la historia existí para acortar las distancias. La gente decía a través de mí todo tipo de cosas y confesiones. Incluso, mi mera existencia le daba trabajo a un montón de gente y había toda una mini industria alrededor de mi existencia. La gente me esperaba con ansías al llegar, y enviaba más que palabras al enviarme, enviaba afecto, enviaba calidez, pero sobre todo, enviaba esperanza. Esperanza de que sus oraciones serían leídas y respondidas. Fui muy, pero muy importante y famosa entre los amantes en épocas de guerra. Donde todo parecía más lejano de lo que ya era, dónde no había nada ni nadie más para llevar los mensajes cargados con la emoción y las lágrimas que entre ellos compartían. Recorrí enormes distancias y tiempos para llegar sana y salva con mi contenido dentro intacto. Llevando las palabras de amor más hermosas de la historia, las palabras más generosas en su belleza, las más dramáticas, las más fatídicas y desdichadas. Las más tristes, nostálgicas y melancólicas. Las más oscuras que la noche misma. Hasta que en los tiempos modernos fui reemplazada por una versión virtual de mi misma, una versión instantanea y fría, blanca, liviana, clara como si un papel nunca hubiera probado la tinta… y así, caí también yo, en los olvidados…


©CATALINA PECORA
2023

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