INTENTANDO II

sábado, marzo 25, 2017

Mi hijo tose. Mi esposo lo arrulla y le canta, dándole pequeños golpecitos en la espaldita para aliviarlo. El sonido del video de youtube que mi hijo mira todavía se escucha. Estoy al lado de la ventana escuchando los sonidos del exterior. Una mezcla de sonidos de viento, ramas que se mueven y ruidos de autos que circulan en las calles aledañas. Huelo mi propio perfume, mezclado con el de las flores que trae la brisa. Perfume que varias veces me han elogiado y que yo no aprecio más que por que es duradero. Ya es de noche. El cielo está limpio. No sé nada del pronóstico pero hoy lavé ropa igual y ya está tendida. Sigo escribiendo cosas triviales que a nadie le puede interesar mucho leer sólo por el mero ejercicio de escribir algo, lo que sea, aunque sean pavadas y desvarios. Estoy hipnotizada por el sonido de las hojas que mueve el viento, ya lo he dicho como un millón de veces pero es que no puedo evitar que me encanten.
Son las nueve de la noche, en mi casa estamos haciendo tiempo hasta que sea la hora de salir a la invitación a comer que nos han hecho. No sé qué voy a comer, estoy entre pasta y carne con ensalada, que es básicamente lo que como casi siempre. Pero con la comida soy bastante trillada, como con los gustos de helados. Ayer leí una frase de que por muchos listados de sabores que hayan y por mucho que uno los lea una y otra vez siempre se pide lo mismo. Somos asi. ¿Asi cómo? No sé, así. Hacemos siempre las mismas cosas, somos animales de costumbres. Nos cuesta cambiar los hábitos, sobre todo los malos. He leído también que se necesitan 21 días para que un nuevo hábito se nos cuaje en el cerebro para luego repetirlo sin mayores esfuerzos. No sé cuánto haya de verdad en eso. Ya he intentado yo comprobarlo y la verdad es que ha fallado... el viento sigue su orquesta afuera, mi hijo sigue tosiendo y de las nueve sólo han pasado tres minutos. Extraño cuando escribir era encerrarme en una burbuja en donde el tiempo pasaba como agua corriendo en el grifo. Cuando los textos que me brotaban me llevaban por lo menos dos o tres horas escribirlos y que al terminarlos la sensación de estupor y de pérdida espacio-temporal eran inevitables.
Ahora heme aquí, escrbiendo sólo por hacerlo, cosas que a nadie le importan...


©CATALINA PÉCORA
2017

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